sábado, 27 de julio de 2013

Epílogo

Era el día más caluroso del año. Más de 40 grados. Después de haber charlado horas durante días, finalmente nos conoceríamos. Y que escueto resulta decir eso, porque, la realidad es que ya nos conocíamos. Solo le pondríamos cuerpo a nuestra esencia.
Recuerdo que estaba muy nerviosa, recuerdo que quería sentirme linda.
Hoy es el día más frío del año. Y esa historia terminó.
Y aquí me tienen. Plantada en silencio con el corazón lleno de furias, aprendiendo a tragar el amor que uno siente.


Esperando que el tiempo se apiade de este espíritu y anestesie, lentamente este esperar cansado y agobiante.
Obligándome a mi misma a callar, y a dejar de imaginar su perfume a mi alrededor… ¿O es que no lo imagino? ¿O es que acaso esta ahí?
(¿Cuánto tiempo más, después de todo, iba a durar ese aroma? ¿Cómo no dejar que me invada un poco más?)
Atándome de pies y manos para no escribirle, para no llamarlo.
Francamente, se hace complicado.
Quedarse quieto. Sostener la decisión.
Pero aprovecho esa energía contenida para forjar mi imagen, para relucir con todo lo que me enseñó, lo que aprendí de… lo que pasó.


“Tenés que cortar el cordón.”

¡Cuánta verdad y cuánta mentira en la misma frase!
Este bendito cordón se hace cada día más delgado. Más dócil, más frágil. No hace falta que lo corte, sé que un día sin darme cuenta ya no va a estar ahí.
Por eso lo perpetúo, para que no me pase de largo.
Para mostrar mis respetos, ante el duelo de ese amor.
¿Elevo una plegaria? ¿Decreto un minuto de silencio?
Mi corazón sólo sabe escribir lágrimas, escribir sonrisas, escribir abrazos, escribir inseguridades, escribir caricias, escribir espacios…
Hace rato lo dejé ir, sólo espío para saber cómo está.
Ni es esperanza, ni es ruego.
Es la honestidad del cariño que persiste, aún cuando el vínculo esté roto.
Porque uno puede rescindir una alianza, pero no existe magia alguna que opaque un sentimiento que nació inexplicable, caprichoso e invasivo.
Quizás, porque en el encuentro conmigo, no temo preguntar.
Quizás por la misma inconsciencia que me marca (porque es más fácil decirme inconsciente que valiente, mi orgullo jamás me permitió admitir el miedo.)
O quizás, por mi atolondrada manera de actuar.
Pero en conclusión, lamento y me avergüenza no haber podido cumplir mis promesas. No haber sostenido mi fé.


Es un derroche al fin y al cabo, pero es un derroche que agradeceré toda mi vida.

Por Sabrina Cintora Vaschetto 

domingo, 21 de julio de 2013

Colorín Colorado.

En un respiro profundo, noto, que no soy de las que se aferran al dolor.
Y con algo de alegría y alivio,  veo que valgo mucho. Y que mi espíritu sigue ahí, que no me estabas matando al irte, que ya me había suicidado en el transcurso de nuestro compartir. Entonces con profundo pesar me fui pa’dentro, tomando carrera con furia, para salir como siempre, siendo radical, siendo determinante, siendo una locomotora, siendo lo que soy.
Doy por terminado mi duelo. Doy por secas mis lágrimas. Escribo la sentencia para mi navegador.
Porque si, no estoy hecha para banderas blancas. Pero tampoco estoy hecha para llorar a solas, a oscuras y en silencio.
Mirá mis ojos, han aprendido. Tengo una vida en extremo rica y todas las herramientas para lograr lo que quiero. Voy por eso, con toda mi tropa. Incluidos perro y gato.
Querido Mundo: Yo amé. ¿Y sabes que? Sigo viva. Y me encanta.
Respiro de nuevo y arranco.
Arranco para no seguir nutriendo estos sentimientos que se me vuelven demasiado retorcidos.
Arranco para decir, hasta luego, nos vemos en otro sentimiento.
Arranco para limpiarme la sangre de la batalla perdida. Decidiendo que hasta acá, no fue tiempo tirado a la nada.
Pero hasta acá.
Ya no tengo frío desde adentro, soy bien conciente que el frío está fuera de mi cuerpo. Y si ese fuego nació en mi, no vino de vos, sino de mí.
Y en mí seguirá.
Levanto mi ancla, porque los botes ya se fueron y nada nuevo nos espera en la huida. Ordeno mi tripulación, izamos las velas y allá vamos.
Gracias por todo, aplaudan con ganas, porque bajo el telón.
Colorín, Colorado… este cuento, amigos míos, se ha acabado.

                        Fin.

Por Sabrina Cintora Vaschetto

miércoles, 17 de julio de 2013

Pausa (Mi Esperanza)

Te me vas. Y siento que la vida, de repente se detiene. No escucho ni veo nada.
Es un dolor tan grande, es un hierro quemándo mi sangre.
Saber de pronto que no voy a ver tu cara, no más tus ojos en mi vida, no más tu voz cantando…
Nunca más tus manos en mis manos, nunca más los nervios de tu llegada, nunca más tu sonrisa perfecta.
Nunca más tus dedos en mi pelo, nunca más tus besos, nunca más tu sexo.
Mirar alrededor y ver cuán hondo has llegado, y que difícil es para mi no verte en cada rincón.
Tirar la colilla de tus puchos y saber que es la última vez, ha sido lo más triste que hice.
Todas mis lágrimas mezclando esas cenizas, sintiendo que fui insuficiente, que detenerme para apreciar todo lo que sos, sin hacerte partícipe de mi visión…fue estúpido.
Recién me animaba a tocarte, recién me animaba a acercarme a vos. A salir de mi embobe para querer compartir eso que nos une, eso que nos hizo vernos la primera vez.
Porque yo CREO en lo que hay entre nosotros. Porque yo CREO en lo que mi corazón reclama cuando te ve. Porque yo CREO en lo que me dicen tus ojos cuando me miran.
Y nos estas matando.

Las semillas necesitan paciencia para germinar.

Quería superar momentos duros al lado tuyo.
Codo a codo. Abrazándonos.
Yo quería que fueras el último hombre con quien haga el amor.  
Es sacrílego correr este mar de sensaciones esperando por salir. No darles lugar, no hacer un tiempo. Perdoname, pero me niego a llevar la bandera blanca.
Yo necesito que vos tomes esta oportunidad de hacernos propios!!
Te prometo que vale la pena.
Te prometo que voy a estar ahí.

No quiero la vida que tenía, siempre va a estar llena de baches. De agujeritos.
No me sale despertar y no saludarte. No sostenerte la cara cuando te beso.
Pienso en todas las cosas que quise hacer y que me aguante. Y es tanto lo que me reprocho!
No me dejes sola, Amor.
No mates a quien no termina de salir de mí. Yo también quiero conocer a la que estas despertando. No me trunques así.
Mis ojos, mi piel, mi boca, mis ganas, mi fuerza, mi amor están mirandote. 
Nadie es como vos, nadie me llega como vos.
Dame la mano, mirame. Sólo soy yo.

No me sueltes. 
              No corras. 
                            No te vayas.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

viernes, 5 de julio de 2013

Débil

Es que él no sabe que nunca había escrito sobre amor. Él no sabe que mis relatos siempre fueron cínicos y cargados de amargura.
El no sabe que había anhelado siempre tener la capacidad de sentir. Que vivía anestesiada por tantas cosas que habían pasado…. Encontrando el placer en la risa, en la alegría. En la cotidianeidad y la espontaneidad de mis días.
Y ahora me duele. No sabía que doliera.
Sus silencios y sus indiferencias me parten al medio. Y me desespero, como si por sentir esto que traigo dentro no fuera merecedora de sus celos. Como si este amor idiota que me brota fuera un escudo sagrado a su desconfianza y sus miedos pasados. Los mismos que me trae ahora.
No entiendo como es que no lo ve. No entiendo como es que no puedo hablar delante de él, como es que me empasta las neuronas, como es que no ve lo que es tan claro para todos los que me rodean…
Este calor que llevo dentro. Este fuego quemando mis ojos.
Este no poder hacer más que sentirlo. Ya sin siquiera sumar dos ideas coherentes, haciéndome débil, minimizándome tanto. Sumisión.
Peleo, dentro de mí, para salir. Para abandonar esta tapia de contención que este sentimiento me puso encima.
Esta aplastante y contundente sensación corrompe mi rebeldía. Mi espíritu, mi libertad!!!
Es infame saber que nadie me ha hecho sentir esto que me pasa y tener la certeza de no poder demostrarlo.
Por no tener credibilidad.
Por no tener la capacidad de acondicionar mis pensamientos con soltura, y veo desde lejos como me vuelvo tan chata como ineficaz.
Y de repente… la rabia.
La impotencia.
La ultrajante necesidad de decir lo que siento!
Yo te amo, pedazo de idiota.
Yo quiero apostar y hacer crecer este vínculo que nos trae juntos hace un tiempo.
Y no entiendo que es lo que vos estas haciendo. No entiendo si me estas probando para ver como reacciono ante cada situación en la que me pones o si, no sé (en una de esas casualidades fílmicas) te pasa como a mí…

Me siento conejillo de indias.
Me siento en un laboratorio. Me siento en una pecera gigante.
Y es fría.
Siento que me miras en pos de esperar algo, o ver que pasa sí…
Y yo soy sincera con mi brindar. No estoy jugando.
Pero dentro de esta vidriera gigante, te miro porque me mata la curiosidad. (¿Qué es lo que te mueve?). Y terminamos corriéndonos los dos de la realidad que nos rodea. Haciendo cada situación, a veces tan retorcida que me cuesta conectar.
Me cuesta bajar y poder disfrutarte. Me voy tan adentro de mi, mirando todo de lejos, es cuando me reclamas.
¿Cómo te explico esta anormalidad mía?
¿Cómo lo hago sin avergonzarme?

¿Cómo lo hago sin sonar embustera, mentirosa, falaz?
Yo no puedo cambiar lo que soy, ni lo que he hecho.
Soy caprichosa, impulsiva, correctora, dispersa, arisca, autoritaria, manipuladora, insegura, pedante, terca, posesiva, demandante, absorbente, egoísta, infantil, cínica, olvidadiza, atolondrada.
Traigo un mundo en mí, sin poder abrirte la puerta para que lo veas.

Pero acá me tenés. Mirándote.

Esperando. 

martes, 18 de junio de 2013

Inmortal

¿Porqué será que te dedico tanto?… Sale a la luz, simplemente, que busco regalarte algo que no sea perecedero.
Porque en mis inconstancias, en mis montañas rusas, necesito un cauce. Un ancla, quizás. Un cable invisible a la realidad que no me trunque, sino que me impulse. Un resorte. Un trampolín.
Mi deseo inconsciente es brindarte algo que no se muera, que no se opaque, que no pierda fuerza, que no se vuelva leve.  Quiero darte algo que me traspase, que permanezca si no estoy.
Es un deseo de trascendencia, que sólo tiene que ver con vos. Que sólo nace con vos...
¿Por qué?
Y si me voy mucho de mí, alejándome de este sentimiento e intento verte sin sentir? Trato de mirarte y no a lo que siento…
No me sale. Pues lo que veo me resulta tan magnético. Tan embriagador en un punto, y tan interesante.
¡Somos tan similarmente distintos! 
Es tu forma de mirar, así con mil ojos…
Me despierta.
Me señalás detalles invisibles para mí. Tal vez sea por eso que intento devolverte mi traducción de tu perspectiva de la realidad, de esta forma, en garabatos.
Porque celebro lo que me haces sentir.
Porque quiero perpetuar mi homenaje.
Para acariciarte hacia adentro, sin caducidad.
Porque no tengo recurso más auténtico que mis letras, es que yo misma soy tan efímera, tan fugaz, tan huidiza…!!!
Necesito entregarte algo que se mantenga. Que se renueve y que se alimente de tus leídas (y de las leídas de otros) para que crezca en miles de universos diferentes, y que (tal vez) un día, alguien en la calle repita mis palabras trayéndote la confirmación, la alegría y la inmortalidad de este presente.
Te regalo mis palabras para que sientas mi abrazo firme y cálido.

Para que no te olvides, que provocas el ímpetu creador de un mundo, con solo ser y estar a mi lado. 
Es por vos, Amor.
 Sólo por vos.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

domingo, 9 de junio de 2013

Cordones Invisibles.

Despacito. Vamos con calma que quiero ir lejos. Quiero conocernos. Saber que somos cuando estamos juntos.
Crear y disfrutar algo entre los dos.
Relajarnos, ser.
Cierro mis ojos y te siento.
Quiero atraparte un poco, quiero lograr envolverte, apasionarte. Investigarte, conocerte.
Me gustaría estimularte, hacerte cantar!
Quiero contar tus lunares, caminar con la yema de mis dedos en tu espalda. Acomodar tus manos a cada pedacito de mi piel.
Quiero volverte loco.
¿No se ve?
Esta pasión que despertás en mí, no es casual, no es forzada.
Mi deseo mas aférreo es que puedas sentir ese fuego que sé que compartimos.
¡Tu soñar a mi lado, es tan perfecto!
Yo te adoro. Me encantas.
Te sorprende, acaso, que me estimules?
Que mi forma de observarte sea tan optimista?
Incluso que me cuestiones...
Tal vez me molesta que puedas pensar que hay algo que esconder o que me conformo con poco.
Y sin embargo, yo creo que no te ves bien. O no lo haces de la forma en que te veo yo.
Me haces sentir viva.
El agua estancada que me conformaba, se entibia con tu esencia.
Estos lugares fríos que había en mí, están tan cálidos, tan abrigadores...
¿Como es que no lo ves? Será verdad que me guardo ese brillo en mis ojos?
Entras en mi como huracán!
Abrís todas mis puertas, prendes todas mis luces!
Arrastras sentimientos viejos con bestial calma.
Con ojos brillantes de deseo y sonrisa tierna.
Son cordones invisibles, las letras que te escribo.
Silencios que pronuncio...caricias que te explican.
Besos que te cuentan, palabras que no digo.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

Deseame.

Tocame. Sonreíme.
Seducime. Mirame.
Acariciame. Despeiname.

Besame.

Agarrame. Sentime. Investigame.
Mirame. Descubrime.

Desnudame.

Mordeme. Saboreame.
Babeame. Tentame.
Controlame. Sosteneme.

Llename.

Absorbeme. Inundame.
Invadime. Derribame.
Celebrame.

Cogeme.

Manejame. Guiame.
Moveme.
Callame. Comeme. Disfrutame.
Calmame. Dormime. Cuestioname.
Liberame... Reteneme.

Deleitame.


Por Sabrina Cintora Vaschetto.

lunes, 27 de mayo de 2013

Como Ninguna

Pasado tenemos todos, yo lo se.
La certeza de saber que otras te han sentido, saboreado, experimentado… es… tan áspera.
La conciencia de que otras han sentido tus besos, esos que son míos ahora, me resulta punzante.
Yo no tengo promesas eternas. No traigo certezas en el tiempo.

¡Me niego a hacerlas! Mi sentir es difuso y bastante rebuscado, incluso… no por eso menos verdadero. Pero me encuentro en esta nueva molestia de compartirte con el recuerdo de otras.

¿Cómo es entregarte de lejos?  ¿Cómo es esto de meterte en el cuerpo de otras mujeres, explorarlas, conocerlas, y no sentirlas…? ¿Te pasa como a mi –acaso- cuando nadie te llega? ¿Te pasa como a mi?
Y de repente pienso en esas veces que sí sentiste, en esas veces que te entregaste y peleaste. Y siento miedo. Un amargor en el alma.
Esas heridas que traes de repente… todavía sangran. Y se han clavado entre los dos.
Amor, no puedo jurar que no voy a lastimarte. No puedo jurar estar siempre.
Mi única promesa consiste en la Verdad.
En la certeza de que hoy te elijo.
En la certeza de que no soy ellas.  
Si todas estas cosas que te pasan conmigo, ya te pasaron antes… 
Pues a mi no. 
Te doy un lugar en mi vida que es absolutamente propio y egoísta. Es de regocije y de entrega. Ni siquiera te pido que confíes en mí. Porque la confianza no se pide, no se obliga…
Es más ¡Cuestioname!
Poneme en jaque cada vez que puedas (es la única manera que tengo de dejarme ver).
Si es que no nos sobra tiempo… ¡Qué nos sobren ganas!


Teniendo la guardia tan alta siempre, aceptaste compartir un pedacito de ese malestar. Para mi es valioso.
Yo puedo aprender a mirar entre los tabiques. No hace falta que los tires...
(Porque tampoco estoy lista)
¿Empezamos de nuevo…?
 Me presento… soy esa que te llegó -como ninguna- en mucho tiempo. 

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Adicción.


Si, escribo a partir de vos… después de pasar tiempo al lado tuyo. Después de sentirte, guardando todas las sensaciones que me causas… y no sé si esto es escribir sobre mi. O como leí hace unos días… compartir estos momentos, es como un espejo. Porque hace rato me doy cuenta, que mirarte es como mirarme un poco. No por parecernos, sino mas bien, porque surjo al verte. Son tus teorías, tus miradas, tus gestos, tu voz.
(Y esa boca que no debo besar. Y esas manos que no debo morder. )
Reteniendo mis ganas, pero queriendo aprender todo de memoria. Las pausas, los tonos, los movimientos.
Este mirarte con hambre, escucharte con hambre, desearte con hambre.
Me enseñás a contener lo que soy y me regocija. Porque al no estar exacerbada, puedo disfrutarme más. Reteniendo las sensaciones el tiempo suficiente como para saborearlas , para entenderlas.
Y no sé hasta que punto es inocente.
No sé hasta donde te cuidas… percibo rendijas, pequeñas si, más no menores.
Yo quiero seducirte también, compruebo. Quiero envolverte un poco. Quiero que sientas eso que me haces sentir. Y me sonrío, mientras te escucho, aquí sentado al lado mío. Feliz de que me mantengas así de atenta.
(Te doy la razón en silencio)
Sonrío al comprobar, que mi instinto no fallaba. Que había algo en vos que me anticipaba esta fascinación, este entusiasmo.
Sintiendo que me acurruco dentro mío, no más para escucharte. No más para leerte.
Y es un placer tan imperceptible y delicado… Sospechás nuestras similitudes, aunque me esfuerce por negarlas o esconderlas… ¡Hay un pueblo dentro mío!
Y acá estamos, reteniendo tus sonrisas, tus ceños fruncidos, tus miradas incisivas…
Teniendo bien claro que esto no ha sido poco… Queriendo más.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

jueves, 16 de mayo de 2013

Caprichos


Cierro mis ojos y ahí estas. Con toda esta nueva actitud, estas ganas de mostrarme más.
Y mis ganas de tomar el tiempo para mirarte. Para sentirte, para conocerte.
Esta nueva situación en la que me probas (pero más me pruebo yo).
Esta seducción sutil y contenida. Este saborearnos en la certeza, pero no en la acción. 
Este singular destello que veo cuando me mirás…
(Y esta sospecha tuya de que no me conozco)
No sé como haces, pero justo cuando creo saber, me sorprendes y tengo que volver a acomodarme.
Lo reconozco, porque no soy buena analizando.
Pero hay algo que me mantiene atrapada.
No entiendo si es la curiosidad que me causa esta nueva intención tuya de encontrarme la vuelta… Este juego que solo vos y yo entendemos… es tan emocionante y hasta gozoso…
Te miro y los labios me tiemblan. Mi cuerpo te espera.
Seguí así, amor.
Envolveme, es la única forma que tengo de conocerte.
No me tengas piedad, conquistame! Desplegá tus armas, que me fascina.
Seducime.
Oblígame a sentir lo dulce que puede ser la derrota.
Mostrame el placer que puedo encontrar en mirarte.
Enseñame las pausas, los silencios, las palabras, los roces, las risas que pueden haber entre nosotros.  
Deteneme, Amor, en esta delicia que es desearte.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

domingo, 5 de mayo de 2013

Shh!


No le digan, que no sepa. Que al apretar mis labios, recuerdo sus besos. Que guardo su sabor en mi saliva…
No le cuenten, que sus ojos son el paisaje mejor.Que no sepa, que su mirada es mi edén.
Con esa sonrisa maravillosa, ese contemplarme fijo. Ese extrañarlo tanto y hacerlo carne.

Esos besos lentos… ¡tan suaves! …  llenos de palabras, llenos de momentos. Su lenta tentación, su invasión deliberada. No le digan que es cierto. Que no sepa que lo logra.
Que tiene razón, que necesitamos tiempo.

No le digan, no le cuenten, que me reconcilie conmigo al dejarlo entrar.
No le cuenten, que lo veo cuando cierro mis ojos. Que lo traigo tatuado en mis pupilas.
No le digan, que la sonrisa que traigo lleva su nombre. Es mi secreto.

Ni que camino satisfecha, con cierto calorcito en mí. No le cuenten, que soy suya todavía. Aún cuando no lo sepa. No lo despierten. 
¡No lo aviven!
Esas manos en mis manos, esos ojos en mis ojos, esa piel en mi piel… ¡Esa boca en mi boca! 
Es magia, pero no lo cuenten... 
¡No le digan!
Porque temblé al sentirlo, tan llena de alivio. Tan llena de necesidad satisfecha.
No le cuenten, por favor, que su ausencia, mas que borrarlo, lo dejó clavado en mí.
¡No le digan!
Que ahora que puedo tocarlo, y lo siento mío por un instante, voy a disfrutarlo en penumbras, aún cuando nuestro vínculo sea así, surrealista.
Porque ese beso que guarda en su boca, ese que me dio cuando me miró al entrar… ese beso, señores, ha sido uno de los reclamos más crudos y claros que recibí. 
¡Que no sepa!  
Fuego balsámico a tanta tortura censurada.
Descubrí que logró calmarme… pero ¡No le digan!
Ya no me deja en guerra, estoy en paz conmigo.
Porque lo que soy cuando estoy con él, y lo que es él cuando está conmigo… Señores, no tengo palabras.
Pero... ¡que no lo sepa!

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

viernes, 3 de mayo de 2013

Tácito.

Muerto, quemado, barrido. Arrancado de mi vida, viscerado y tajeado. Envenenado, dormido.
Y sin embargo… pienso en él todo el tiempo.
Y extraño hablarle. Y pienso en todo eso que no hicimos, en todo lo que no pasó.
Y me tiene idiota, con la paciencia tácita. Con la silenciosa atención. Y me quiebro por dentro, porque un pedacito mío lo llama.
Y ya la idea de él es perfecta… necesito sus defectos. Necesito sus silencios cargados de reproche.
Necesito que me aburra, que me ignore. ¡Necesito que me canse!
O mejor aún, necesito aburrirlo, enojarlo. Que pase algo para detener esta tensión. Esta tortura repetitiva de charlas con vértigo.
Necesito no sentir la culpa que siento, la certeza del error. No estar tan segura de equivocarme tanto.
Será el tiempo quien condene? Quien se encargue de ajusticiar este sin sabor?
Será quien adormezca y anestesie esta empatía e ideas?
Debo ser cobarde y huir? O debo ser valiente y huir?
Mientras se mantenga en mi pensamiento, ni es inofensivo, ni es innocuo.
Porque mi pensamiento lo perfecciona. 
Lo idealiza. 
Lo enaltece.
¿Lo saco de ahí y lo mando a la realidad? ¿Corriendo el riesgo de que me enferme aún más?
Necesito que me aburra. Que se vaya. Que deje de apoderarse de mis horas.
¡Exijo mi libertad!
Y tiemblo.
De temor a que, en verdad, lo haga.

Por Sabrina Cintora Vaschetto

domingo, 28 de abril de 2013

Escribo.


Escribo para mí, porque me brotan palabras. Desordenadas, indescifrables, horribles, bizarras, corrosivas y macabras.
Palabras suaves, difusas, leves y maternales, celestes, sublimes, tiernas, amables.
Para gritar bien callada. Para brillar en las sombras. Para inventar mil mundos y vivirlos (si hay tiempo). Para jugar en tus secretos, para espiar tus misterios. Para quedarme dormida, para flotar entre luces de colores. Para anidar calladita en las aguas de cada ser.
Para que robes mis planteos y los hagas tuyos. Para que me repitas. Para estirarme, abarcarte, desbordarte!


Escribo porque me surge, porque me alimenta, porque me mueve. Escribo porque es gratis, porque es fiebre, porque duele. Escribo porque me oculta, me desdibuja, me difumina. Escribo porque mi nombre… mi nombre es poesía.


Escribo para que me pienses. Y no me quieras soltar. Para inventarme un lugar. Escribo porque soy egoísta y es mi forma de envolverte.


 Escribo para vos también, para el amante platónico. Y el esposo devoto. Para la niña sin padre, para la madre sin hijos. Para el que se consume en llamas y para quien nada siente. Para que compartamos sentimientos y besos. Para dar nombre a lo que siento.


Escribo porque las manos me tiemblan y la mente me sangra. Escribo para dar paz a esta guerra.
Escribo, si, escribo. En esta noche violenta, de vientos y lluvias. De compañías escasas y silencios amplios. Escribo.


Escribo porque no puedo (ni debo) hacer lo que quiero. Escribo para saciar esta hambre descontrolada. Escribo para quemarme en mi infierno visceral.
Escribo para matarme, para morirme, para apagarme. Escribo para tapiarme.
Escribo para protegerme, para defenderme, para vivir.
Escribo para ordenarme, acomodarme, decidir.


Escribo porque me nace, escribo porque si.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

sábado, 27 de abril de 2013

¿Dos?


Y me retuerzo
y me expongo
y me enojo
y me ato
y me espero 
y me pruebo  
y me aprieto
y me exprimo
y me calmo
y me suelto
y me hablo
y me leo
y me escribo
y me huelo
y me sangro
y me puedo
y me detengo
y me empeño
y me lastimo
y me esfuerzo
y me encierro
y me cuelgo
y me busco
y te encuentro.

Y te miro
y te hablo
y te creo
y te invento
y te odio
y te llamo
y te pienso
y te estiro
y te lastimo
y te deseo
y te cuido
y te evito
y te escondo
y te puedo
y te cuento
y te espío
y te espero
y te adorno
y te afeo
y te desarmo
y te escribo
y te admiro
y te busco
y me encuentro.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

viernes, 26 de abril de 2013

Final Predicho.


Estas paradito en el medio de esa situación. En la que no sabes si no querés. Y que a la vez, querés querer más.
 Wow.
Yo te miro, paradita (igual que vos) en la sombra de mi misma. Y te veo moverte y dudar. Y veo que querés que te envuelva. Y yo no te envuelvo por no asustarte.
Y ese odioso lugar de los dos, es tan torturadoramente placentero. Porque en un punto no me importa, porque en un punto, es perfecto. Te quedas. A pesar de todas las interrupciones, te quedas.

Y te disfruto con el cuerpo, mientras te hojeo con el alma.
Y tu silencio es perfecto, y quiero compartirlo conmigo.

Tomo todo lo que puedo, con una desesperación animal. Como si en el fondo de mi misma, supiera, que te vas. Que estos encuentros en la noche, esto de hacerlo bajo las estrellas. Esto de ahogar mis gritos entre las voces del resto… Tiene un final predicho.
Y me da tristeza, y me da pudor. Y me da tantas cosas que todavía no entiendo o que no terminé de nombrar.
Y de repente, casi sin aviso, se me cuelga tu voz en la cabeza. Si, TU voz que me dice que me calle. Que pare de pensar, porque para eso ya estas vos.
Entonces, retrocedo y te miro. Y es verdad, lo disfruto.
Y mientras así sea, no voy a parar.
Es mi decisión.
No importa si no escribo. O si sólo escribo cosas tuyas. Pero, con un puchero enorme, le digo a mi misma:
 “Mi misma, no quiero que se vaya
Y me parece natural y práctico dejar que las cosas sucedan. Y que sean lo que deban ser.
Porque yo quiero reír con vos. Quiero caminar con vos. Charlar por horas! Estar en silencio.
Tenés ese imancito que me conmueve. Hay algo en vos que me calibra.
Porque sos un gran tipo, pero no es solo eso.
Hay algo más. Y nosé si deseo descubrirlo o simplemente dejarlo oculto.
La buena noticia es que creo que ya no voy a eliminarlo. Creo.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

La Noche.


Habiendo estado con tantos, habiendo recibido en su ser a personas insignificantes. Habiendo querido llenar los espacios de todos, para hacerlos más ideales a ella.…
 De repente se cansó y no quiso más. El mundo entero la empachó. La dejó sin gusto, sin tacto, sin olfato, sin sensación.
Siendo todo lo mismo, siendo todo menos que nada.
Y cuando al fin logró deshacerse de ese vacío que llenar. Cuando la costumbre se separó del placer… cuando cada quien solo fue alguien más y por primera vez supo ser. Libertad.
Respirando sin prejuicios y sin consecuencias. Siendo y aprendiendo de sí misma. Entendiendo cada vez más. Riendo cada vez más. Bailando cada vez más. 
Disfrutando la soledad con una autonomía nueva y autosatisfacción atroz. Cuando ya no quería nada de otros…
Llegó.
Sin pedir permiso, sin avisar. Suave y rápidamente. A tientas, pero casi sabiendo. Con voracidad, con euforia. Con la certeza de lo simple. .. y una duda fugaz, impregnada en el eco de la noche.
Y de repente el miedo, la desesperación. La incertidumbre y el peso soberbio del magnetismo. Absorbido con ferocidad, sin tener muy claro hasta donde o para qué.
Dejándose arrastrar sin poder apagar la voz de su cabeza.  Escuchándola en el fondo, opacándolo apenas. Los instintos le dejaron claro que ella entendía, que ella sabía. Pero que no podía soltar ya. Ni quería… ni lo lograría al intentar. Remolcándolo a sus caprichos, debilitándolo en situaciones leves.
Entre los vaivenes eróticos de su proximidad, entre los sonidos ahogados por su propia mano, entre los roces, los besos, rendidos ante el deseo acumulado, surgió la certeza: se conocían desde siglos en sus mentes…
Pero lo que ella no dejó traslucir esa noche, lo que ella no se animó a decir con su boca rosada de besos, era la intimidad de su abrazo. Con hambre de tiempo y espacio en común. Con la satisfacción absoluta del presente y la sorpresa del futuro…
Era el miedo que sentía de admitir, que no quería perderlo.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.

Fenix


Conocí a alguien.
Si, otra vez. Pero este alguien me genera cosas, cosas que tal vez otros no han logrado, no tan rápido.
Siento que tiene cosas que contarme, siento que tuvo momentos de profundo dolor en su vida. Siento que es valiente y que se conoce. Que ve sus defectos a diario y no siente que lo limiten. Siento que se ha caído y mordido el polvo muchas veces, demasiadas. Hasta que ese polvo se volvió dulce en su boca, y aprendió a usarlo como algo más. Similar a una herramienta, poniendo la mierda a su favor, peleó. Y ganó a veces y otras perdió. 
Se ha quebrado en diez mil pedazos reiniciándose una y otra vez. Convirtiéndose siempre en otra persona, en algo nuevo.
Ha pasado por esta vida arrastrándose, deslizándose, arañando el pasto, sudando su propia desesperación logrando erguirse limpio y digno… tantas veces…
Un ser que ha peleado con sus demonios hasta encariñarse con ellos, y que -irónicamente- no teme tener miedo.
Su mente… es como un laberinto de voces disparadas en cualquier dirección. Matizada de cordura, picardía y cicatrices. 
Soñador, romántico, exigente y cruel.
Ambicioso, no tanto para el éxito como para la seguridad. Con una pasión y un hambre casi tan grandes como los míos. Y como me seduce…
Hay algo en su pasado, en la historia que lo conforma, que me permite respirar. Y el aire que sale de mi es tan liviano y abrazador! Me magnetiza, no puedo dejar de sentir.
Y derrite mis pensamientos.
Y me hace sentir un fueguito en el pecho.
Y no puedo dejar de sonreír.
Y de repente hay algo más… algo que casi se traduce como esperanza.


Por Sabrina Cintora Vaschetto

Tus Ojos Dentro Mío


Después de esas palabras tortuosas, de esos encuentros momentáneos y breves de acuerdos parciales en la conversación. 
Después de admitir lo que nos pasa, después de mirar para adentro asustados, después de pasar por todas las posibilidades, después de entender que no debía ser así, después de poner las cartas sobre la mesa, después de tener la seguridad de que no íbamos a resolver nada…

En esto de que no te conozco… pero te siento.

Entendé que con cada palabra tuya, te fuiste abriendo paso en mi. 
Que con cada historia, con cada situación, creaste un puente, un umbral, un lazo conmigo. 
El mismo que se hizo más fuerte al besarnos, al tocarnos, al sentirnos.

Y yo traté de silenciarlo, de apagarlo, de romperlo. De complacerme simplemente. Y no dejo de descubrir (sonriendo) que el modo en que te disfruto es tan absoluto, tan necesario, tan primitivo incluso…
Bañada en este hambre de vos, nos encontramos enredados y revolcándonos rabiosa y deliciosamente. Embriagada de sensaciones, cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás por un momento y cuando al volver abro los ojos, y me encuentro con los tuyos, con una sonrisa, mientras estas dentro mío…  me embobo. Porque me doy cuenta que es maravilloso. Porque quiero eso. Y no tenía idea.
Y te dejo hacer, porque así es mi entrega… total.

Escribo como si me faltara el aire, con vorágine y vértigo.

No me importa ya, lo que diga tu cabeza. O la mía. Porque saber que en algún punto tu corazón dice lo mismo... me regala algo de paz.

Ya no corras, por favor.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.