Es que él
no sabe que nunca había escrito sobre amor. Él no sabe que mis relatos siempre
fueron cínicos y cargados de amargura.
El no sabe
que había anhelado siempre tener la capacidad de sentir. Que vivía anestesiada
por tantas cosas que habían pasado…. Encontrando el placer en la risa, en la
alegría. En la cotidianeidad y la espontaneidad de mis días.
Y ahora me
duele. No sabía que doliera.
Sus
silencios y sus indiferencias me parten al medio. Y me desespero, como si por
sentir esto que traigo dentro no fuera merecedora de sus celos. Como si este
amor idiota que me brota fuera un escudo sagrado a su desconfianza y sus miedos
pasados. Los mismos que me trae ahora.
No entiendo
como es que no lo ve. No entiendo como es que no puedo hablar delante de él,
como es que me empasta las neuronas, como es que no ve lo que es tan claro para
todos los que me rodean…
Este calor
que llevo dentro. Este fuego quemando mis ojos.
Este no
poder hacer más que sentirlo. Ya sin siquiera sumar dos ideas coherentes, haciéndome
débil, minimizándome tanto. Sumisión.
Peleo,
dentro de mí, para salir. Para abandonar esta tapia de contención que este
sentimiento me puso encima.
Esta aplastante
y contundente sensación corrompe mi rebeldía. Mi espíritu, mi libertad!!!
Es infame
saber que nadie me ha hecho sentir esto que me pasa y tener la certeza de no
poder demostrarlo.
Por no
tener credibilidad.
Por no
tener la capacidad de acondicionar mis pensamientos con soltura, y veo desde
lejos como me vuelvo tan chata como ineficaz.
Y de
repente… la rabia.
La impotencia.
La
ultrajante necesidad de decir lo que siento!
Yo te amo,
pedazo de idiota.
Yo quiero
apostar y hacer crecer este vínculo que nos trae juntos hace un tiempo.
Y no
entiendo que es lo que vos estas haciendo. No entiendo si me estas probando para
ver como reacciono ante cada situación en la que me pones o si, no sé (en una
de esas casualidades fílmicas) te pasa como a mí…
Me siento
conejillo de indias.
Me siento
en un laboratorio. Me siento en una pecera gigante.
Y es fría.
Siento que
me miras en pos de esperar algo, o ver que pasa sí…
Y yo soy
sincera con mi brindar. No estoy jugando.
Pero dentro
de esta vidriera gigante, te miro porque me mata la curiosidad. (¿Qué es lo que
te mueve?). Y terminamos corriéndonos los dos de la realidad que nos rodea. Haciendo
cada situación, a veces tan retorcida que me cuesta conectar.
Me cuesta
bajar y poder disfrutarte. Me voy tan adentro de mi, mirando todo de lejos, es
cuando me reclamas.
¿Cómo te
explico esta anormalidad mía?
¿Cómo lo
hago sin avergonzarme?
¿Cómo lo
hago sin sonar embustera, mentirosa, falaz?
Yo no puedo
cambiar lo que soy, ni lo que he hecho.
Soy
caprichosa, impulsiva, correctora, dispersa, arisca, autoritaria, manipuladora,
insegura, pedante, terca, posesiva, demandante, absorbente, egoísta, infantil,
cínica, olvidadiza, atolondrada.
Traigo un
mundo en mí, sin poder abrirte la puerta para que lo veas.
Pero acá me
tenés. Mirándote.
Esperando.