viernes, 5 de julio de 2013

Débil

Es que él no sabe que nunca había escrito sobre amor. Él no sabe que mis relatos siempre fueron cínicos y cargados de amargura.
El no sabe que había anhelado siempre tener la capacidad de sentir. Que vivía anestesiada por tantas cosas que habían pasado…. Encontrando el placer en la risa, en la alegría. En la cotidianeidad y la espontaneidad de mis días.
Y ahora me duele. No sabía que doliera.
Sus silencios y sus indiferencias me parten al medio. Y me desespero, como si por sentir esto que traigo dentro no fuera merecedora de sus celos. Como si este amor idiota que me brota fuera un escudo sagrado a su desconfianza y sus miedos pasados. Los mismos que me trae ahora.
No entiendo como es que no lo ve. No entiendo como es que no puedo hablar delante de él, como es que me empasta las neuronas, como es que no ve lo que es tan claro para todos los que me rodean…
Este calor que llevo dentro. Este fuego quemando mis ojos.
Este no poder hacer más que sentirlo. Ya sin siquiera sumar dos ideas coherentes, haciéndome débil, minimizándome tanto. Sumisión.
Peleo, dentro de mí, para salir. Para abandonar esta tapia de contención que este sentimiento me puso encima.
Esta aplastante y contundente sensación corrompe mi rebeldía. Mi espíritu, mi libertad!!!
Es infame saber que nadie me ha hecho sentir esto que me pasa y tener la certeza de no poder demostrarlo.
Por no tener credibilidad.
Por no tener la capacidad de acondicionar mis pensamientos con soltura, y veo desde lejos como me vuelvo tan chata como ineficaz.
Y de repente… la rabia.
La impotencia.
La ultrajante necesidad de decir lo que siento!
Yo te amo, pedazo de idiota.
Yo quiero apostar y hacer crecer este vínculo que nos trae juntos hace un tiempo.
Y no entiendo que es lo que vos estas haciendo. No entiendo si me estas probando para ver como reacciono ante cada situación en la que me pones o si, no sé (en una de esas casualidades fílmicas) te pasa como a mí…

Me siento conejillo de indias.
Me siento en un laboratorio. Me siento en una pecera gigante.
Y es fría.
Siento que me miras en pos de esperar algo, o ver que pasa sí…
Y yo soy sincera con mi brindar. No estoy jugando.
Pero dentro de esta vidriera gigante, te miro porque me mata la curiosidad. (¿Qué es lo que te mueve?). Y terminamos corriéndonos los dos de la realidad que nos rodea. Haciendo cada situación, a veces tan retorcida que me cuesta conectar.
Me cuesta bajar y poder disfrutarte. Me voy tan adentro de mi, mirando todo de lejos, es cuando me reclamas.
¿Cómo te explico esta anormalidad mía?
¿Cómo lo hago sin avergonzarme?

¿Cómo lo hago sin sonar embustera, mentirosa, falaz?
Yo no puedo cambiar lo que soy, ni lo que he hecho.
Soy caprichosa, impulsiva, correctora, dispersa, arisca, autoritaria, manipuladora, insegura, pedante, terca, posesiva, demandante, absorbente, egoísta, infantil, cínica, olvidadiza, atolondrada.
Traigo un mundo en mí, sin poder abrirte la puerta para que lo veas.

Pero acá me tenés. Mirándote.

Esperando.