domingo, 28 de abril de 2013

Escribo.


Escribo para mí, porque me brotan palabras. Desordenadas, indescifrables, horribles, bizarras, corrosivas y macabras.
Palabras suaves, difusas, leves y maternales, celestes, sublimes, tiernas, amables.
Para gritar bien callada. Para brillar en las sombras. Para inventar mil mundos y vivirlos (si hay tiempo). Para jugar en tus secretos, para espiar tus misterios. Para quedarme dormida, para flotar entre luces de colores. Para anidar calladita en las aguas de cada ser.
Para que robes mis planteos y los hagas tuyos. Para que me repitas. Para estirarme, abarcarte, desbordarte!


Escribo porque me surge, porque me alimenta, porque me mueve. Escribo porque es gratis, porque es fiebre, porque duele. Escribo porque me oculta, me desdibuja, me difumina. Escribo porque mi nombre… mi nombre es poesía.


Escribo para que me pienses. Y no me quieras soltar. Para inventarme un lugar. Escribo porque soy egoísta y es mi forma de envolverte.


 Escribo para vos también, para el amante platónico. Y el esposo devoto. Para la niña sin padre, para la madre sin hijos. Para el que se consume en llamas y para quien nada siente. Para que compartamos sentimientos y besos. Para dar nombre a lo que siento.


Escribo porque las manos me tiemblan y la mente me sangra. Escribo para dar paz a esta guerra.
Escribo, si, escribo. En esta noche violenta, de vientos y lluvias. De compañías escasas y silencios amplios. Escribo.


Escribo porque no puedo (ni debo) hacer lo que quiero. Escribo para saciar esta hambre descontrolada. Escribo para quemarme en mi infierno visceral.
Escribo para matarme, para morirme, para apagarme. Escribo para tapiarme.
Escribo para protegerme, para defenderme, para vivir.
Escribo para ordenarme, acomodarme, decidir.


Escribo porque me nace, escribo porque si.

Por Sabrina Cintora Vaschetto.