En un
respiro profundo, noto, que no soy de las que se aferran al dolor.
Y con algo
de alegría y alivio, veo que valgo
mucho. Y que mi espíritu sigue ahí, que no me estabas matando al irte, que ya
me había suicidado en el transcurso de nuestro compartir. Entonces con profundo
pesar me fui pa’dentro, tomando carrera con furia, para salir como siempre,
siendo radical, siendo determinante, siendo una locomotora, siendo lo que soy.
Doy por
terminado mi duelo. Doy por secas mis lágrimas. Escribo la sentencia para mi
navegador.
Porque si,
no estoy hecha para banderas blancas. Pero tampoco estoy hecha para llorar a solas,
a oscuras y en silencio.
Mirá mis
ojos, han aprendido. Tengo una vida en extremo rica y todas las herramientas
para lograr lo que quiero. Voy por eso, con toda mi tropa. Incluidos perro y
gato.
Querido
Mundo: Yo amé. ¿Y sabes que? Sigo viva. Y me encanta.
Respiro de
nuevo y arranco.
Arranco
para no seguir nutriendo estos sentimientos que se me vuelven demasiado
retorcidos.
Arranco
para decir, hasta luego, nos vemos en otro sentimiento.
Arranco
para limpiarme la sangre de la batalla perdida. Decidiendo que hasta acá, no
fue tiempo tirado a la nada.
Pero hasta
acá.
Ya no tengo
frío desde adentro, soy bien conciente que el frío está fuera de mi cuerpo. Y
si ese fuego nació en mi, no vino de vos, sino de mí.
Y en mí
seguirá.
Levanto mi
ancla, porque los botes ya se fueron y nada nuevo nos espera en la huida. Ordeno
mi tripulación, izamos las velas y allá vamos.
Gracias por
todo, aplaudan con ganas, porque bajo el telón.
Colorín,
Colorado… este cuento, amigos míos, se ha acabado.
Fin.
Por Sabrina Cintora Vaschetto
Por Sabrina Cintora Vaschetto