Escribo
para mí, porque me brotan palabras. Desordenadas, indescifrables, horribles,
bizarras, corrosivas y macabras.
Palabras
suaves, difusas, leves y maternales, celestes, sublimes, tiernas, amables.
Para gritar
bien callada. Para brillar en las sombras. Para inventar mil mundos y vivirlos
(si hay tiempo). Para jugar en tus secretos, para espiar tus misterios. Para
quedarme dormida, para flotar entre luces de colores. Para anidar calladita en
las aguas de cada ser.
Para que
robes mis planteos y los hagas tuyos. Para que me repitas. Para estirarme,
abarcarte, desbordarte!
Escribo
porque me surge, porque me alimenta, porque me mueve. Escribo porque es gratis,
porque es fiebre, porque duele. Escribo porque me oculta, me desdibuja, me
difumina. Escribo porque mi nombre… mi nombre es poesía.
Escribo
para que me pienses. Y no me quieras soltar. Para inventarme un lugar. Escribo
porque soy egoísta y es mi forma de envolverte.
Escribo para vos también, para el amante
platónico. Y el esposo devoto. Para la niña sin padre, para la madre sin hijos.
Para el que se consume en llamas y para quien nada siente. Para que compartamos
sentimientos y besos. Para dar nombre a lo que siento.
Escribo
porque las manos me tiemblan y la mente me sangra. Escribo para dar paz a esta
guerra.
Escribo,
si, escribo. En esta noche violenta, de vientos y lluvias. De compañías escasas
y silencios amplios. Escribo.
Escribo
porque no puedo (ni debo) hacer lo que quiero. Escribo para saciar esta hambre
descontrolada. Escribo para quemarme en mi infierno visceral.
Escribo para
matarme, para morirme, para apagarme. Escribo para tapiarme.
Escribo
para protegerme, para defenderme, para vivir.
Escribo
para ordenarme, acomodarme, decidir.
Escribo
porque me nace, escribo porque si.
Por Sabrina Cintora Vaschetto.
Por Sabrina Cintora Vaschetto.