Estas
paradito en el medio de esa situación. En la que no sabes si no querés. Y que a
la vez, querés querer más.
Wow.
Yo te miro,
paradita (igual que vos) en la sombra de mi misma. Y te veo moverte y dudar. Y
veo que querés que te envuelva. Y yo no te envuelvo por no asustarte.
Y ese
odioso lugar de los dos, es tan torturadoramente placentero. Porque en un punto
no me importa, porque en un punto, es perfecto. Te quedas. A pesar de todas las
interrupciones, te quedas.
Y te
disfruto con el cuerpo, mientras te hojeo con el alma.
Y tu
silencio es perfecto, y quiero compartirlo conmigo.
Tomo todo
lo que puedo, con una desesperación animal. Como si en el fondo de mi misma,
supiera, que te vas. Que estos encuentros en la noche, esto de hacerlo bajo las
estrellas. Esto de ahogar mis gritos entre las voces del resto… Tiene un final
predicho.
Y me da
tristeza, y me da pudor. Y me da tantas cosas que todavía no entiendo o que no
terminé de nombrar.
Y de
repente, casi sin aviso, se me cuelga tu voz en la cabeza. Si, TU voz que me
dice que me calle. Que pare de pensar, porque para eso ya estas vos.
Entonces,
retrocedo y te miro. Y es verdad, lo disfruto.
Y mientras así
sea, no voy a parar.
Es mi
decisión.
No importa
si no escribo. O si sólo escribo cosas tuyas. Pero, con un puchero enorme, le
digo a mi misma:
“Mi
misma, no quiero que se vaya”
Y me parece
natural y práctico dejar que las cosas sucedan. Y que sean lo que deban ser.
Porque yo
quiero reír con vos. Quiero caminar con vos. Charlar por horas! Estar en
silencio.
Tenés ese
imancito que me conmueve. Hay algo en vos que me calibra.
Porque sos
un gran tipo, pero no es solo eso.
Hay algo
más. Y nosé si deseo descubrirlo o simplemente dejarlo oculto.
La buena
noticia es que creo que ya no voy a eliminarlo. Creo.
Por Sabrina Cintora Vaschetto.
Por Sabrina Cintora Vaschetto.